Carrer La Torreta, 1, Quart de Poblet (46930), València
boton.png

Klevdensis

Del 8 al 22 de febrero en Quart Jove
Una instalación artística organizada por un grupo de jóvenes estudiantes del grado de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia.
IMG_2494.png

KLEVDENSIS

            El aislamiento y la paranoia. Entendemos estos conceptos como sucesos extraordinarios que condicionan nuestra realidad experiencial a la hora de relacionarnos con el mundo. ¿Pero y si estos condicionantes se encontrasen de forma velada en una posición mucho más cercana de lo que creemos, como espejismos que confieren una sensación de seguridad imaginada a nuestra conveniencia? ¿Quién querría vivir una manía persecutoria contínua e incesante?

            ¿Qué sucedería si sacásemos esos velos translúcidos e hiciésemos explotar esa barricada precaria que nos construimos para convencernos de que las cosas siguen encontrándose bajo control? Pues, cuando nuestro mayor miedo dejó de ser esa fuerza de la naturaleza, nacería un terror mutante, uno que mutó hacia un miedo mucho más difícil de identificar, a ese espectro de neón y LED. Una esterilidad programada, una picadora de carne fría que deja en las cunetas de la vía los cadáveres de quienes no le siguen el paso. Mas es iluso aquel que piensa que va a ser testigo de las víctimas del frío. No hay más que proyecciones, luces e inputs que nos saturan sensorialmente, mutilando nuestra respuesta antes incluso de concebirla como idea. Una máquina generadora de esa fría luz. Una desagradable claridad que más que iluminadora se convierte en un foco que ciega, que ciega a base de apariencias y de capas de plástico que nos diluyen a las víctimas de esa locomotora que hemos bautizado como crecimiento infinito y progreso ilimitado. 

            Y es aquí donde entra la cloaca, esa realidad inseparable del hormigón y la proyección, un mundo obviado que, por su propia condición de subsuelo, no tiene acceso a la luz anteriormente nombrada. Pero que, por el contrario, genera una burbuja, un ecosistema podrido, húmedo y que a la fuerza se vuelve el refugio del espectro lumínico y estéril que fagocita y atomiza las sociedades hasta el extremo. Los humanos, como animal que debe adaptarse al medio, mutamos. 

                Ese falso ídolo que fue la luz se revela como el peligro más directo y predatorio, pues amenaza con la penitencia más grande que existe para el ser humano, que es la pérdida de sus comunes. La desaparición del otro constituye la desaparición de la significación del sujeto a través del reconocimiento de su entorno. 

                El evaporar cualquier tipo de interrelación entre seres humanos constituye la destrucción de las realidades creadas en sociedad. No puede existir el ser humano aislado de sí mismo, pues es ahí donde entraron las mutaciones, ya que el ser humano no es humano sin el otro. Podemos llamarlos topos, ratas, o incluso abrir un nuevo tipo de homo. El homo-klevdensis (proveniente de la raíz indoeuropea “kleu” de la raíz indoeuropea kleu-, que significa "limpiar" o "lavar", también produjo en griego el verbo κλύζειν, que significa "bañarse". De esta raíz se forma la palabra "cataclismo" (del griego κατακλυσμός), con el prefijo catá- (de arriba a abajo). Originalmente, cataclismo designa una inundación o catástrofe por agua que afecta a una zona. Con el tiempo, en nuestro idioma, la palabra ha evolucionado para referirse a cualquier tipo de fenómeno catastrófico o destructivo) .Somos hijos de nuestras circunstancias, y no puede existir el sujeto aislado del todo… 

            Nadie podría subsistir por sí mismo en un entorno hostil y predatorio; la colectividad nos ha hecho fuertes. No tenemos colmillos, garras, branquias ni venenos letales. Conservamos el fuego y nos mantuvimos unidos durante milenios para huir de las bestias, pero cuando la amenaza viene sin que nos demos cuenta, hemos perdido. Si entra sin sufrir resistencia, se instala como parte de la cotidianidad, la asimilamos como parte de las consecuencias de vivir, y es justo en ese momento en el que empezamos a ser nosotros los operarios de ese tren inclemente y destructor. Cuando se destruye cualquier tipo de estructura que abarque la cura y el cuidado del semejante, no desde la violencia, sino desde la posesión del monopolio de la misma, encontramos que la destrucción del “nosotros” no es solo inevitable, sino que viene acompañada de tu culpa.

            Ese tu culpa no abandona a nadie, y no tiene ningún inconveniente en recordarte su presencia tras los velos de plástico. Por esta sencilla razón son raros los klevdensis. Vivir como klevdensis significa abrazar la culpa, mirar esa luz y comprender su verdadera naturaleza. Y quién querría vivir una manía persecutoria continua e incesante, ¿no?


 


⏰ El horario de apertura de la sala es:

Lunes a viernes, de 9 a 14 h.

Miércoles y jueves de 16.30 a 19.30 h.

 

Si te interesa hacer uso del Espai Expositiu:

Contacta con el equipo de Quart Jove